Después de este larguísimo paréntesis veraniego en el que a las vacaciones se han unido diversas circunstancias y asuntos no previstos que me han impedido dedicarle un ratito a la cocina y a este blog, vuelvo con ganas y con esta receta en la que lo único más laborioso es el desalado del bacalao y el dejarlo libre de piel y de espinas. Al sabroso bacalao se le une la calabaza, el alimento antioxidante por excelencia que nos adelanta el inminente otoño en un plato muy completo y muy rico.
Ingredientes:
400 gr de bacalao desalado sin piel ni espinas.
400 gr de calabaza
1 cebolla grande
4 huevos
150 ml de nata para cocinar.
4 cucharadas soperas de harina
½ sobre de levadura en polvo
80 gr de queso rallado
½ cucharadita de gengibre molido
Perejil picado
Pimienta negra molida
Sal
Aceite de oliva
Elaboración:
Pelar la calabaza, trocearla y hervir durante 10 minutos en agua con sal y escurrir. Reservar.
Sofreir la cebolla cortada muy fina o triturada con un chorrito de aceite de oliva.
Una vez sofrita la cebolla, añadir el bacalao desalado, sin espinas y sin piel, troceado. Dejar cocinarse unos cinco minutos a fuego medio bajo moviendo de vez en cuando. Añadir el perejil muy picado al final. Reservar.
Poner el horno a precalentar a 180 grados.
Una vez cocidos los trozos de calabaza pasarlos por un pasapurés o simplemente ir aplástadolos con un tenedor. Echar en un bol.
Añadir los huevos batidos, mezclar.
Añadir la nata y el bacalao con la cebolla, mezclar.
Incorporar la harina y la levadura y mezclar bien. Echar el gingebre y la pimienta molida al gusto. La sal sólo se echará si hiciera falta, dependiendo de lo desalado que haya quedado el bacalao.
En una fuente para horno, engrasada y espolvoreada con pan rallado verter la mezcla. Echar el queso rallado por encima.
Hornear a 180 grados entre 35 y 40 minutos. Comprobar que está cocido pinchando y comprobando si sale seco como si fuera un bizcocho.
Servir templado.